La iglesia estaba vacía aquella mañana, el cura Alonce no iba a efectuar una misa.
El se encontraba sentado en el jardín de la iglesia con la mirada pensante. Hace unos días se encontró una sorpresa mientras confesaba a los feligreses, un hombre se sentó delante de el.
“Padre vengo a confesarme”
Alonce lo miro y el mundo se le vino encima, no podía creer que estaba viendo. Esa persona tenía una condición de estrabismo similar a la de el. Una sola mirada entre ambos y una sonrisa del sacerdote.
Por primera vez no se sintió solo en el mundo en ese aspecto.
“Gracias hijo”